Relato: Linda.
Tercera entrada de aniversario.
Buenas noches. Hoy, ahora mismo, les subo un
relato que escribí el año pasado para un concurso, donde el tema era: erótico,
pos-porno o porno. Al final nunca supe que paso con el concurso, pero quién
haya ganado, lo felicito; escribir del género no están fácil como se pinta.
Bueno, cambiando un poco de tema. Linda, es
un relato de una prostituta que se vende. Su cliente se ha enamorado de ella y
la compra, él quiere darle el mundo a ella, pero ¿por qué darle el mundo a una
prostituta? ¿Qué es lo que él desea o anhela? Eso y mucho más dentro del
relato.
Espero que les guste y, lo más importante:
esté relato solo pueden leerlo mayores de edad, ya que contiene contenido
sexual explícito.
Ficha
Título: Linda.
Autor: Ann Suou D.
Clasificación: para mayores de edad, +18.
Género: erótico.
Estado: terminado.
Licencia: 1311179349401
Descarga: aquí. Vía mediafire.
Sinopsis: Linda es una prostituta que es
comprada por Ignacio, un muchacho que se enamora de ella y desea entregarle
el mundo.
Notas de la autora:
Linda fue escrita en el año 2012 para
participar en un concurso. Pero la verdad nunca supe que paso realmente, así
que decidí subir a internet está historia y no dejarla guardada en mis
escritos, después de todo ¿quién sabe si a alguien realmente le gusta?
Linda es una historia de una relación causal,
de un hombre que se «enamora» de una prostituta que resulta no ser una mujer
por completo, pero él la quiere, la desea; pero sé da cuenta que él era como
todos los demás, un hombre que solo pretendía querer y desear, algo que nunca
iba a ser de él.
Algún día me gustaría seguir escribiendo está
historia, hacerla más larga o quizás una historia basada en está o algo así. Espero
que les haya gustado y que no la hayan encontrado muy subida de tono, porque la
verdad creo que no fue así ¿o sí?
Linda
Por Ann Suou D.
Empujó el cuerpo varonil sobre la
cama y el colchón chirrió con el peso. Relamió sus labios, gruesos y llenos. Se
tiró el cabello rubio hacia atrás, ladeando su cabeza de izquierda a derecha.
Levantó sus brazos y quitó la pequeña blusa blanca; sus senos saltaron dentro
del sostén negro de encajes. Tiró al piso la prenda y se subió a horcadas sobre
el cuerpo masculino.
—Estás encendida, Linda —rió
socarronamente el hombre.
—Sí, Ignacio. Soy puro fuego —habló
con voz dulce y juguetona.
Ignacio hundió sus manos morenas en
la orilla del pantalón de Linda. Desde la primera que vez que la vio en la
esquina, sosteniendo una pequeña cartera de gamuza, con la pequeña pollera, la
blusa que mostraba ese par de melones perfectos y esas piernas de infarto que
terminaban en unos tacones negros y altos; fue cautivo.
Linda se aproximo hacia la boca de
Ignacio, respiró sobre él. Sonrió como si hubiese encontrado un gran tesoro.
Tomó entre sus labios, el labio superior del hombre y lo besó, pausadamente. El
hombre abrió más la boca y sacó su lengua, rodeando el labio inferior de Linda.
Profundizaron el beso. Saborearon sus bocas, lenguas y dientes.
Ignacio rodeo el cuerpo menudo de su
pareja y apretó su cuerpo entre los esponjados senos. Sintió el aroma a violeta
y vibró bajó la experta lengua de su amante. El beso se cortó e Ignacio descendió
sus manos hacia el trasero redondo que tenía la joven, lo apretó entre sus
manos y masajeo. Luego, subió y quitó la correa del apretado jeans y
desabotono. Bajó el cierre.
—Desesperado, ¿no? —Linda rió en el
oído de Ignacio, para luego chupar el lóbulo y morderlo con suavidad.
—Sí, quiero devórate —sentenció Ignacio
quitando el pantalón.
Linda se alejó brevemente de Ignacio
y lo obligó a levantar sus brazos para quitar la polera. Un pecho bronceado y
ligeramente peludo se dejó ver y en medio de la carne, unas coloridas tetillas
erectas rogaban por ser devoradas por esos labios llenos de Linda. Sin pedir
permiso, avanzó y lengüeteó la tetilla derecha mientras que con su otra mano
pellizcaba la izquierda. Ignacio echó la cabeza hacia atrás y disfrutó de la
boca que tocaba una nueva zona erógena en su cuerpo.
—Cariño… ah —suprimió un gemido
débil entre sus labios.
—Mm —separó su boca del botón erecto
y rió con perversidad. Su mano tocó el bulto entre las piernas del hombre y
masajeo de arriba hacia abajo. Amaba cuando los hombres se excitaban con su
toque.
Linda bajó por el pecho de Ignacio y
dejó un recorrido de besos y saliva por la carne. Se detuvo en el ombligo del
hombre y metió la lengua, mientras con sus manos quitaba el pantalón del
hombre. Con unos suaves jaleos, la prenda cedió.
—Tú también… —levantó sus caderas
para que la prenda saliera de un solo jalón.
—Sí… pronto —quitó el pantalón y lo
tiró en la habitación —. Primero te prepararé.
—Como quieras, después de todo eres
famosa por tu servicio al cliente —descanso su cabeza en el almohadón de la
cama alquilada.
Linda desvistió a Ignacio, tirando
las prendas al piso. El hombre lucía satisfecho ante el trabajo. Ella se
levantó de la cama y se sacó el jeans con erotismo, desenfundó sus tacones y su
atractiva figura atrapó la mirada del hombre, que babeo ante su cuerpo
tonificado y seductor.
—Eres hermosa…
—Lo sé, pero gracias —sus labios
delinearon una coqueta sonrisa, sus ojos brillaron y ligeramente pensó en huir.
No muchos hombres eran capaces de decir que era hermosa con mirar su cuerpo.
Solo eran polvos rápidos y sin pisca de seducción.
Linda subió sobre Ignacio y volvió a
capturar sus labios en un beso hambriento y lleno de deseo. Las manos de la
joven toquetearon el pecho hasta descender en la ingle, donde con las yemas de
sus dedos depositó suaves y pequeñas caricias flojas sobre la piel.
Ignacio tembló ante el toque
premeditado de Linda. Su polla cobró vida, haciendo que el bóxer quedara chico.
Movió su cuerpo hacia arriba, para intensificar el roce. Sus manos tocaron
nuevamente el culo de Linda. Tenía un trasero perfecto, redondo y duro. Sus
dedos se colaban a través de las cintas que afirmaban la prenda, pero sus manos
fueron removidas inmediatamente.
—Tranquilo, cariño. Todo a su debido
tiempo —Linda pronunció con seducción y alejó las manos de su amante fuera de
sus caderas.
—Yo…
—Shhh —colocó un dedo en los labios
de Ignacio —, calma —Linda refregó su cuerpo suave en el cuerpo del joven,
haciendo que le hombre gimiera.
Ignacio no pudo soportar más,
aquella chica estaba jugando con él y no era un hombre de paciencia. Le gustaba
la acción, salvaje y bella acción. Tomó las caderas de Linda y puso un poco de
peso para girarse sobre ella. Él estaba arriba, como debía ser.
Linda simplemente se dejó estar.
Separó sus manos del cuerpo del hombre y esperó ser tocada, como siempre.
—Vamos —recitó suave mientras
separaba sus piernas, invitando a Ignacio a avanzar.
—Claro.
El hombre levantó el sostén negro y
ambos senos saltaron en un ligero boing.
Tocó con su mano izquierda uno de los pezones oscuros y jugueteo con el,
mientras que con su otra mano acarició el sexo de Linda a través de la tanga,
que delineaba muy bien su amado tesoro.
Linda gimió ante los dedos de
Ignacio. Los toques se incrementaron a medida que ella respondía con más pasión
y su cuerpo se convulsionaba excitado ante el deseo de aquel hombre. Lamió sus
labios, exhalando un ligero chillido al sentir que su tanga era soltada de las
cuerdas que la amarraban a sus caderas. Su sexo quedó expuesto.
—Lindo, ¿no? —Ignacio suprimió un
gritito al tocar la carne de la mujer y en un acto reflejo, capturó la boca.
Movió su lengua a través de la comisura de los labios y poco a poco fue
introduciéndose en la caverna de calor.
Linda sintió un electrizante choque
por todo su cuerpo. Aquel hombre la atraía con
un extraño magnetismo de seducción y su corazón latió con fuerza. Cerró
sus ojos para sentir más temblores en su cuerpo. Deseaba y anhelaba que su
cuerpo se estremeciera mientras su cuerpo era tomado.
La mujer movió la mano y tocó por
encima del bóxer del hombre el bulto. La polla tirito ante su toque y el hombre
se separó de ella. Sonrió con sus pupilas negras e inmensas. Ignacio se estiró
hacia atrás y quitó su bóxer. Su pene saltó a la vista, majestuoso y deseoso.
Pequeñas y cristalinas gotas de pre-semen se asomaban por la cabeza roja.
—¿Lo quieres? —Preguntó el hombre,
tomando en su mano el falo, largo y gordo.
Linda se levantó en sus codos y
lamió sus labios. Todos los hombres eran iguales, todos siempre presumiendo de
sus penes; pero ella sabía que debía seguir el juego, después de todo era su
trabajo.
—Sí —miró los excitados ojos de
Ignacio —, me encanta.
Linda se sentó y se colocó de
rodillas frente a Ignacio, agarró con sus manos el falo. Su lengua palpó la
punta y saboreó el líquido transparente. Dio algunos lengüetazos de arriba
hacia abajo y metió el glande en su boca. Con sus manos libres, atrapó los
huevos y los sobó. Cerró sus ojos y se dejó llevar por la sensación. Sacó su
boca y chupó la carne descendiendo hasta el nacimiento de la polla y mordió con
sus labios la carne de los testículos de hombre. La mujer subió por el cuerpo
del pene y al llegar a la cabeza, hundió su boca. Ignacio agarró su cabeza y la
embistió con fuerza, entrando y sacando su polla de aquella boca. Linda tomó en
sus manos las bolas del hombre y mientras él entraba en su boca, ella apretaba
y jugueteaba con los testículos y el perineo.
—Mmm, Lin… —Gimió aumentando la
velocidad. Sintió que el orgasmo estaba cerca y se separó con fuerza.
Ignacio empujó a Linda. Linda cayó
de espalda sobre la cama, sorprendida por la acción. Pero entendió y abrió sus
piernas para el hombre. Ignacio se apoyo para besarla. Su pene pulsaba con
dolor y el líquido pre-seminal chorreaba.
Ignacio separó su boca y buscó el
condón a un costado de la cabecera y el lubricante. Abrió la botella y se ubicó
entre las piernas de Linda: —sobre tus manos y rodillas —ordenó. Linda no se hizo de rogar y tomó posición. Ignacio
vertió una cantidad considerable en la raja de su amante, para que el líquido
bañara por completo todo el sexo. Acaricio el sexo unos momentos, dando uno que
otro mimo sobre la piel. El sexo de Linda tembló y ella se echó hacia atrás en
espera de su premio.
Ignacio enfundo su polla en el
condón y se posicionó entre ambas piernas y con su dedo indicador penetro la
carne circularmente, preparándola. Besó la espalda de su amante y mordió su
hombro izquierdo, descendiendo hasta las nalgas donde lamió y mordió.
—Separa más las piernas —recitó con
voz ronca y golpeando los muslos de Linda. Linda se abrió de piernas todo lo
que pudo y levantó el culo, en espera del falo.
Ignacio cogió su polla y la dirigió
hacia la abertura de Linda. El glande presionó el ano y entró en un lento
movimiento. Linda era apretada, la carne del recto lo envolvió presionando todo
su pene y lo disfruto. Al estar hasta las bolas, comenzó a embestir, lento en
un principio, para luego aumentar la velocidad.
Linda sintió como era penetrada y
dejó escapar unos fuertes sonidos de su boca. El hombre tenía una gran polla y
golpeaba su punto sensible con una fuerza y agilidad que hacía que perdiera la
cabeza. Su pene comenzó a pulsar en agonía. Quería tocarlo y jalarlo al son de
los embates de Ignacio.
Ignacio agarró con más fuerza las
caderas de Linda y penetro con mayor
velocidad. Sus bolas chocaban en el perineo de su amante y él quería más. El
hombre cogió los largos cabellos de Linda y los jaló. Aumento el grado de
penetración.
Linda no aguantó más, el calor subió
a su cabeza y nubló su visión. Con su
mano derecha, sujetó su pene y comenzó a jalar, con movimientos vivaces. Podía
sentir como el pene de Ignacio entraba y salía de su culo, golpeando su
próstata, elevando su excitación al séptimo cielo.
Linda apretó el pene de Ignacio. El
hombre bajó la velocidad, sacó completamente su polla y luego la volvió a
introducir, en el resbaladizo agujero, que temblaba con cada penetrada. Ese era
un lindo culito y Linda lo estaba
disfrutando.
—Ah…date la vuelta —nalgueo a Linda
y esperó a que se colocara de espaldas —, sostiene tus piernas.
Linda elevó sus piernas y afirmo con
sus manos ambas piernas, ofreciéndose. Ignacio se volvió a colocar en posición,
vertió más lubricante y penetro el ano. Gimió al volver a ser estrangulado por
la carne. Y comenzó nuevamente a embestir con furia el apretado agujero de
Linda.
Linda era la mejor, siempre lo supo.
Cada vez que la veía, quería que ella gimiera bajó él. Linda era hermosa, mucho
más hermosa que cualquier puta que haya estado. Pero al saber que Linda no era
mujer sino un transexual, se cuestionó, peleo consigo mismo, se odio por desear
a alguien así. Y pensó, pensó que ese deseo se lo llevaría a la tumba, pero
cuando la vio en la esquina de siempre, su corazón palpito en su pecho y su
polla reaccionó al verla con esos ajustados jeans y aquella blusa blanca. La
amó.
El Ignacio Torres, fue cautivo por
un transexual. Y aquí, ahora estaba viviendo su fantasía. Su más loca fantasía.
Disfrutando estar dentro de aquella carne, que apretaba, que consumía sus
miedos y sus anhelos. Estaba allí con Linda, la mujer que amaba.
Dio unos embastes fuertes y su
orgasmo floreció en la base de su polla mientras su cerebro vibraba con la
sensación de liberación. Abrió la boca y gritó, al mismo tiempo que su falo
esparcía el semen en el interior del ano de Linda.
Miró hacia Linda y agarró su pene,
dio unas jaladas más y su chica se
corrió. Se dejó caer sobre su cuerpo, amoldándose entre los senos redondos de
Linda. Exhaló e inhaló, para recuperar el aire que había escapado. Cerró los
ojos y pensó, ahora que estaba ahí con ella. Con ese pedazo de mujer. Le diría
que la amaba y que la aceptaba tal cual era, que no le importaba que tuviera
pene en vez de vagina, que los niños no importaban, podían adoptar. Que serían
felices y un montón de cosas más.
Abrazó a Linda y ella suspiró en su
cabello. Se quedaron en aquella posición unos diez minutos mientras Ignacio se
debatía en ofrecerle una vida a Linda, a su lado. Bajo su cuidado.
Se colocó de horcadas sobre el
cuerpo de Linda y la besó. La besó fuerte y hambrientamente, para luego
separarse y salir de la cama.
Ignacio tomo sus prendas, se las
colocó. Sacó su cartuchera y avanzó hasta la pequeña mesita de noche. Dejó el
dinero para el motel y la paga para Linda. Se dio la vuelta y salió de la
habitación.
Ignacio cerró la puerta y se marchó
del lugar. Era un idiota. Linda solo era una puta que vendía su cuerpo y nunca,
pero jamás creería en sus palabras de amor. ¿Cuántos no se lo habrán dicho? ¿Y
luego quién sabe qué le habrá pasado? Linda era hermosa, pero por la forma en
que miraba, sabía que desconfiaba de todo y de todos. Y él era uno más de
montón que contrataba sus servicios, era igual a esos hombres que pagaban por
tener sexo con ella. No la merecía.
Llegó hasta el estacionamiento y se
subió al automóvil y desapareció por las calles de la ciudad. Mañana, quizás
—sí tenía la suficiente valentía— iría por ella.
Fin.
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