Relato: Soneto de cristal

Hola, linda gente. Hoy les traigo una historia súper antigua. Soneto de cristal fue escrita en el 2009, pero nunca la subí a ninguna página, la verdad es algo personal que no la subí, pero hoy, luego de dos años y meses la subo. A todo esto, la recuperé de mi livejournal.
Qué dibujo más antiguo. Antes dibujaba tanto; a medida que han ido pasando los años, dibujo cada vez menos~








Título: Soneto de cristal.
Autor: Ann Suou D.
Año: 2009
Clasificación: todo público.
Género: drama.
Estado: términado.
Descarga: próximamente. 
Sinopsis: quieta en espera a que alguien se de cuenta de su existencia. Lo único que desea es que alguien, cualquiera le de la mano.
Comentario autora: buenas, nuevamente. Actualice pronto ( increible, ¿no?) bueno en aburrimiento es más grande que cualquier cosa, así que hoy subiré está relato que lo escribi en noviembre del 2009 ( falta poco para pasar al 2010, ¡¡¡Sí!!!!). Espero que les guste, todo salió un día que se me acabarón los trabajos y no tenía nada que hacer, así que me dije --escribe, algo-- y fue así que surgió; es un poco conmovedora la historia, dedicada a todos los que les gusta el siginificado de la historia al final. Sí te gusta y entiendes el significado, es para ti. -Palabras de aquella época-

Ahora el relato:




Soneto de cristal
Por Ann Suou

La música se dejó estar en el lugar, mientras acompasadamente movía sus extremidades de un lado a otro; su cadera apenas giraba y sus manos se elevaban al cielo, casi fantásticamente. Sus labios se engrosaron en una amplia sonrisa al escuchar un tono agudo en la melodía, riéndose miedosamente. Y cerró sus ojos esperando a qué le tomaran de la mano.
            Contó mentalmente «1…2…3…». Sonrió nuevamente con un poco de pena, su mano se extendía en el aire, esperando a qué se la tomaran.
            La música fue guardando silencio, su mano seguía en espera de que fuera tomada.
            Unos pasos la hicieron sobresaltarse, pero ni sus ojos, ni su mano dejaron de hacer lo que en ese momento estaban haciendo…
            Sonrió una y mil veces, antes de que la melodía se acabará.
            Su mano quedó en el aire cuando la música murió entre la habitación en penumbra y el acomodador a unos metros.
Los pasos fueron acercándose, pero ni siquiera tuvo la amabilidad de tocar su mano en el aire, en espera de ser tomada. Agarró la maleta a un costado de la puerta, miró dentro de la habitación queriendo estar seguro de que no olvidaba nada. Suspiró largamente hasta apagarse, al igual que sus pasos al pasar nuevamente por su lado.
La puerta se abrió, la luz se filtró un poco y luego se fue sofocando poco a poco. Los pasos acabaron con el ruido de la puerta, al cerrarse.
            Sus ojos apagados se mantuvieron.
            Sus sonrisa entristeció, se perdió entre la oscuridad que fue sumiendo la habitación. Y su mano no descendió.
            Días. Noches. Estaciones. Años.
            Su mano no cayó.
            Un momento a otro la melodía volvió a sonar, la habitación se aclaro y volvió a sentir la calidez. La luz recorrió cada rincón del lugar, iluminando cada espacio: el acomodador, la mecedora, el ropero, la pequeña lámpara, la cama; sintieron nuevamente la vida.
Su cadera se movió, comenzó a dar vueltas y vueltas; una lentamente, otra más veloz, sin perder el ritmo. Su mano quedó en el cielo, quedo ahí quieta, sus ojos aún cerrados, su sonrisa muerta.
La melodía la sumergió en un laberinto de sensaciones pasajeras y pobres; un solo quebrado y oxidado se fue escuchando una y otra vez.
Su mano no fue tomada.
Una sonrisa decaída.
Una sonrisa desesperanzada.
Sus ojos quietos, un dedo quebrado.
Vueltas y otra más, hasta que fue nuevamente apagándose  mientras los pasos se volvían a alejar. La puerta era cerrada. Todo permaneció súbitamente en silencio, sólo la canción marco la ruptura de la realidad y la permanencia, hasta morir, una vez más.
Una mano extendida en el cielo, sin ser tomada.
Su sonrisa quieta, esperando.
Sus dedos fueron quebrándose un día. Su sonrisa fue desfigurándose una tarde. Sus ojos no se abrieron, pero sus párpados estaban carcomidos. Su mano no descendió, estaba adelgazando.
La música no sonaba, la música estaba muerta.
Días. Noches. Estaciones. Años.
La habitación fue abierta un día, los pasos bulliciosos de aquí para allá, la voz chillona de niños.
Su sonrisa, comenzó a brillar, sus párpados cerrados, en espera de que alguien le tomara la mano.
La melodía se escuchó  nuevamente: lento, acompasado; el tono surgió opaco; gritos y bulla, la habitación estaba comenzando a revivir.
«1…2…3…» contó, en su mente. Su mano quieta aún. Sus dedos rompiéndose, su cuerpo quebrándose.
Risas. Gritos.
Su mano aún sin tocar.
La luz cálida sobrecogiendo su corazón. Sus dedos desquebrajándose, sus ojos palideciendo a medida que la tonada se escuchaba. Su cuerpo apenas moviéndose, la carga era demasiada. Sus extremidades dolían.
Música, alegría, pena.
Sus paso lento, la melodía se estaciona, su cuerpo se mece de aquí para allá; su mano extendida, sin nadie que la tome.
Su sonrisa, comienza a decaer más, sus dedos se están rompiendo.
Pasos, cerca suyo. Su mano se extiende, se despedaza. Unos dedos sutilmente le rozan. Le acarician como si fuera un tesoro invaluable, riéndose vuelve a tocarla.
La música suena más fuerte.
Sus ojos se abren, sus manos descansan al fin.
Sus ojos se encuentran con la otra persona. Se conectan, se fijan.
La calma, la alegría la consumen. Sus ojos permanecen quietos, pero su sonrisa se desplaza en su rostro, se deforma en una mueca de felicidad y agradecimiento.
La melodía se funde en el espacio. La luz brilla. Su mano se siente cálida. Sus dedos cicatrizan, su sonrisa regresa, su cuerpo se mueve al ritmo del tono.
Da vueltas y vueltas.
Días. Noches. Estaciones. Años.
Se mece de aquí para allá.
Su mano se extiende en el cielo.
Fin.

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