Nota: Historia ChicoxChico / hombre con hombre; sí no estás de acuerdo con éste tipo de relación no lo leas. ¡Estás advetid@!



Mi deseo… eres tú
Autor: Suou



 


“En este mundo,
Un hada busca su otra mitad,
Bajo un cielo gris, lo encontró.
Y el mundo de él, la alejo.”

Capítulo IX “En mis sueños estás tú”




  
Su mano derecha se aferraba a la pálida, delgada y fría mano de la niña. Greta apenas respiraba, su corazón casi no se escuchaba. Su pequeña moría y junto a ella su reino se desintegraba. Era un espejismo tétrico, y devastado por aquella enfermedad cruel y extraña. Hasta su padrino estaba postrado en su cama, agonizando.
Apretó con fuerza la sábana para que Greta no se diera cuenta del dolor qué estaba sintiendo. Desde que llego no había podido hacer nada…absolutamente nada. Además que Wolfram no aparecía, y “algo” le decía que estaba en peligro. Y lo principal de todo, no sabía dónde buscarlo, dónde ir, qué hacer…
 “Wolfram, ¿qué estarás haciendo? ¿Por qué demoras tanto?”, pensaba constantemente.
 Se sumió en un sueño largo y raro.
 Caminaba por el pasillo del castillo, había terminado de firmar todos los papeles que Gwendal le dejo. Movía los hombros de arriba hacia abajo y en forma circular, luego se pasaba la mano izquierda sobre la derecha (está estaba entumecida por tanto escribir). Bostezo y entrecerró los ojos. Todo aquello apestaba, lo único que hacia todos los días era firmar y firmar; su vida cómo rey no era nada en comparación con los cómics que leía de vez en cuando. Y más encima no había visto a su padrino, ni a Greta y qué decir de Wolfram. Se habían esfumado.
 Bufo un tanto molesto, mientras bajaba por las escaleras principales y se dirigía hasta los establos a buscar a  Ao. Al llegar allí, sólo se encontró con unas cuantas personas que lo saludaron amigablemente. Aparto su caballo a un costado y con una inclinación de cabeza se fue hasta la entrada del castillo junto al rumiante.
—Eres el único con quién puedo estar— le acaricio el hocico. Y caminaron juntos hasta la puerta. Se subió como de costumbre y partió al pueblo.
 La gente al verlo bajar le saludaba con sus manos y los niños reían al verlo. Eso le hizo sentirse mejor.
—¡Buenas tardes, a todos! — les sonreía y daba fuertes señales con sus manos.
 Había llegado hace dos años y, aunque, al principio costó bastante ser aceptado, al final lo había logrado. La gente ya no lo veía como un enclenque y débil rey (era lo que pensaba cada vez que se encontraba a alguien observándolo), sino a una persona confiable. Era un rey amado.
 Pasó por la  calle principal y se dirigió al templo de Shinou. El camino no había cambiado en esos años, seguía siendo el mismo: el piso de piedra, los arboles alrededor, el suave aroma a paz… a tranquilidad.
 Se detuvo gusto antes de llegar a la puerta, en una de las colinas vio el brillante cabello rubio de Wolfram y emprendió su camino hacia allí.
 —¡Wolfram! — grito. Galopando más rápido.
 Al llegar lo vio dormir en la hierba. Se sorprendió a sí mismo, juraba haberlo visto de pie observándolo (a veces le daba miedo, por lo que veía). Dejo a su caballo y se aproximo. Un agradable viento sobrevino del sur e hizo que su cabello se elevara un poco. Con cuidado se acerco a Wolfram y lo quedo observando unos segundos. Su corazón latió agitadamente, siempre creyó que el chico era una hermosa persona; demasiado irreal para ser verdadero, era un príncipe sacado de un manga shoujo.
 El dulce perfil de Wolfram se extendía de forma tranquila y agotada. Su respiración calmada y liviana lo invitaba a acercarse en asecho. Respiro hondo antes de abalanzarse hacia el muchacho. 
—¡AAAA!— se despertó de la nada y empujo con fuerza a Yuuri. Iba a replicar, pero se quedo asombrado de quién era. — ¿Qué haces?— le lanzo una mirada molesta.
—Lo siento — bajo la cabeza, en forma de disculpa y prosiguió — realmente lo siento, Wolfram. Sólo quería sorprenderte.
—Sí que lo has hechor—se levanto sacudiéndose sus ropas y le ofreció su mano al rey.
 —Gracias—se la tomo y permitió que lo ayudara a levantarse. Wolfram era una persona muy amable.
—Volvamos al castillo— se acerco a Ao y se subió al rumiante.
—¿Qué haces sobre Ao?— pregunto acercándose.
—Regresar al castillo, ¿qué más voy haciendo?
 —¿Y tú caballo?
—Llegue a pie.
—¿A pie?
—Sí. Vamos date prisa, quizás Gwendal te este buscando.
—¿Para qué?
—¿Quién sabe?— le respondió con una sonrisa sínica y traviesa —Pásame tu mano— sus manos se volvieron a conectar y Yuuri subió detrás de Wolfram.
 La cabalgata fue más o menos lenta y Yuuri podía sentir el aroma del rubio. Siempre se pregunto cómo Wolfram pudo estar soltero por tanto tiempo, ¿habría tenido alguna vez una novia? ¿Se había enamorado cuando era a un joven (no es qué estuviera viejo o algo por el estilo, pero tenía 84 años)? Se dejo caer sutilmente en la espalda del muchacho y entregarse a los brazos de Morfeo. Wolfram era muy cálido.
 —!Yu…!— una voz conocía lo llamaba —¡Yuuri! — golpeteaba sus oídos— ¡Vamos Yuuri, despierta!— lo arrullaba.
 —!Wolfram! — hablo, mientras el joven Makoku lo sostenía de una manera bastante incómoda — lo siento— se separo ligeramente del rubio, tomando distancia. Su corazón volvió a latir, más fuerte y pesado.
—Debes estar muy cansado, sí es así dícecelo a mi hermano— bajo del caballo y ayudo a que Yuuri abajara.
—No es eso…
—¿Entonces qué?
—Na…nada jajaja— se llevo la mano a la nuca y se la rasco. Sabía y tenía en claro que si le decía a Wolfram el porqué de su cansancio, esté de seguro se burlaría del— llevaré a Ao a la caballeriza—avanzo, dejando solo a Wolfram.
 Le quito las ataduras a Ao, y le trajo un fajo de heno. Y se tiro al piso, mientras suspiraba cansado.
—Sabes Ao, algo me está pasando de hace tiempo. Mi corazón late demasiado rápido cuando estoy con Wolfram, no puedo ni dormir junto a él; le miro a la cara y lo único que quiero es posar mis labios sobre los del, eso es tan escalofriante. ¿Me gustan los hombres? No, se qué no es así. Me gustan las chicas, pero con Wolfram es una excepción, él realmente me gusta y mucho, ¿lo amo? — se esparramó el cabello por todos lados. Pensar mucho le daba dolor de cabeza y lo cansaba.
 Cuando vio que su caballo no le podía responder, decidió regresar al castillo. Sus pasos eran pesados y lentos, no había llegado a nada y su mente era un torbellino de ideas que por ninguna parte se entrelazaban. Toda su vida apestaba. Tenía dieciocho años, ya era un hombre hecho y derecho y por un asunto tan simple no podía poner nada en orden.
 Entro al castillo y avanzo con paso pesado por el pasillo, hasta el comedor donde los demás lo esperaban. Hoy también comerían todos juntos.
—Y… ¿Wolfram?— pregunto al no verlo en la mesa.
—No ha vuelto, quién sabe dónde estará. No lo he visto desde el almuerzo…
—Venía conmigo. Llegamos recién.
—Quizás está en su cuarto.
—Voy a buscarlo — se dio la vuelta y se dirigió al cuarto del rubio.
 Últimamente no entendía a Wolfram, a veces dejaba de comer y desaparecía por horas sin explicar nada. ¿Acaso estaba enfermo o algo por el estilo? Quizás estaba molesto por lo de la tarde.
 Camino hasta su habitación, golpeo la puerta y entro. No había nadie ahí. La habitación estaba completamente vacía. Giro sobre sus talones y se fue al otro cuarto, allí de seguro que encontraría a Wolfram.
 El pasillo se hacía largo hasta la otra habitación. A veces, mejor dicho, muy de vez en cuando iba a la “verdadera” habitación de su prometido. Su corazón golpeo y sus manos empezaron a sudar, una reacción normal para un muchacho de su edad, pensó un montón de veces. En ocasiones, el estar cerca de muchacho le ponía nerviosos y a la vez celoso. Wolfram era tan genial, apuesto, varonil, valiente y amable; cualquiera caería rendido a sus pies, cualquiera podría robárselo. Se detuvo.
 “¿Robármelo?”, pensó detenidamente. Estaba realmente mal. El pensando en alguien de su mismo sexo y más encima de su amigo. “Debe ser que pesque alguna enfermedad o algo así”. Rió por el pasillo y espero que nadie le haya visto.
 La habitación estaba unos pasos y cuando llego allí, golpe mientras habría el lugar. Quedo sorprendido, justo frente suyo veía a Wolfram semi desnudo, su torso un poco musculoso, su piel blanca y tersa, sus ojos abiertos y sorprendidos. Wolfram era hermoso.
—¡Yuuri! ¡¿Qué haces aquí?!
 —Te he vendido a buscar — le contesto cerrando la puerta tras él, sin evitar ponerse nervioso y sorprendido por aquel cuerpo frente al suyo.

—No tengo ganas de cenar. Deberías de volver los demás se preocuparán por ti.
—No quiero— avanzo y lo cogió de la muñeca, acercándolo a su cuerpo y hundió sus labios en la boca del chico.
—¡Qu…qué…haces!—intento separarse, empujándolo.
 —Te deseo— le respondió separando su boca. Lo agarro de sus dos manos, para evitar que se alejara y lo tiro a la cama. Wolfram le hacía perder el sentido de la realidad. —Hoy no te dejare escapar…
 Tomo ambas muñecas y las estiro hasta arriba de la cabeza del rubio. Mordió suavemente sus labios enrojeciéndolos y se dirigió hacia los del rubio. Pasó su lengua por fuera y empezó a hundirla entre esos labios. No hubo resistencia y se dejo llevar por la sensación caliente de su yo interno.
 Tenía dieciocho y nunca en su vida su cuerpo había quemado como cuando estaba frente a su prometido. ¿Esté alguna vez dejo qué alguien más lo tomará así? ¿Había alguien más a parte de él? Quería preguntarle, quería demostrarle que le pertenecía, y el Yuuri Shibuya era su único dueño. Quién creería que él estuviera pensando en tales estupideces, ¿no era el primero en decir no me gustan los hombre? ¿Cómo podían hacerlo dos hombres? ¿Qué no éramos amigos? Él si sé contradecía mucho. No era honesto, no era bueno. Quería dejar de pensar.
 Wolfram se soltó del agarre y lo abrazo por el cuello, acercándolo más a su cuerpo. Sus pechos se tocaron y la lujuria se desato. Chupo su lengua, reteniéndola lo más posible con la suya. Lamio sus dientes y cuando el aire se hizo escaso se separaron, sin dejar de sus cuerpos lo hicieran. Wolfram lo sostuvo y le dio la vuelta quedando sobre él. Sonrió de oreja a oreja y se relamió sus labios. Con sus manos empezó a desabrochar el saco, mientras se frotaba sobre él. La prenda se abrió de par en par, metió sus dedos debajo de la polera y la subió con lentitud. Su cuerpo quemaba, su mente se colocaba en blanco y lo único que deseaba era ser tocado por aquella persona.
—Wolfram…ahh…
—Pronto…— lentamente le quito la camisa y dejo al descubierto el pecho lizo de Yuuri. Movió su cabeza hasta las tetillas y le dio una pequeña lamida en la punta. Su mano, descendió por la orilla del pantalón hasta la cremallera y la bajo. Abrió su boca y metió la tetilla allí, la succiono y la mordió, para luego lengüetear la puntilla.
—Ahh…Wolf..ahh…— su cuerpo se sentía de forma extraña. Suaves y placenteros escalofríos lo recorrían. Se sentía febril.
 Separo sus labios y con cuidado le quito los pantalones. Los agarro con sus dos manos y los dejo caer a un costado. Cogió el pie de Yuuri y lamio la planta del pie. Yuuri se coloco rojo y su cuerpo dio una gran sacudida.
 —Veo que te gusta—la volvió a lamer. Una y otra vez, mientras divertido observaba las reacciones que tenía su prometido. Separo las piernas y beso a lo largo de las pantorrillas. Mordisqueo un poco la piel para dejarla levemente roja.
 —Ahh…Ahhh…ahhh Wolf, yo…
— ¿Tan excitado qué estás? — tomo distancia y con su mano derecha toqueteo el bulto en entre el nacimiento de sus piernas — Mira, todo salvaje. Ya quiere salir.
—Yo… Tú…Ahhh— no pudo evitar gritar un poco. Wolfram le había bajado los calzoncillos y su pene se elevaba en lo alto— Wolfram…no…
—Sé que lo quieres, por eso me besaste tan apasionadamente, recién— agarro el miembro con sus dos manos. Una de ella le daba suaves y lentas caricias, mientras la otra dibujaba círculos en la punta.
—Para…para….Ahhh…yo…
—Veo que nunca te has tocado o ¿sí?
—¡¿Qué?! Yo….— se levanto y en ello fue capturado. La boca de Wolfram lo atrapo y lo beso sin dejar de tocar su ya duro pene.
—¿Nunca has experimentado el tacto con otro cuerpo? Sí es así, yo te enseñarér13; le dijo al separarse y llevar su boca a la punta de la extensión del falo. Lo olio y lo chupo desde la base hasta la punta, para luego hundir su boca.
—Ahhh…Mnnn…Ahhh…. Deten…Ah…
 Daba suaves, pero rápidas embestidas con su boca. Mientras qué con sus manos toqueteaba el nacimiento de las nalgas. Uno de sus dedos rozo levemente el ano del muchacho, sin penetrarlo.
 Yuuri no podía evitar moverse. Su cuerpo ardía y lo único que quería era qué Wolfram lo tocará más, más y más. Por todas partes. Quería ser parte de Wolfram, ser uno sólo. Se estremecía con cada lamida y aquel dedo rondando por su ano le ponía nervioso y más excitado. Quizás y sólo era su idea, ¿pero el papel de mujer lo iba a tomar él?

—Yuuri… ¿Quieres más? — Saco su boca del miembro y sonrió a su prometido con una cara de excitación y placer.
 —Mm…— le costaba hablar, pero aunque fuera la mujer, se dejaría tocar por Wolfram —Sí… quiero más.
 Wolfram se separo por un rato del peli negro y se saco su ropa. Se despojo de todo y volvió a su lado. De la pequeña mesita de noche, abrió un cajón y saco una botella. La abrió y vertió un poco en su mano y se llevo los dedos junto al líquido pegajoso a su ano; se penetro y dio círculos en dirección del reloj.
 Yuuri observaba como el rubio lo hacía, quería probar también así que tomo también la botella y esparció en sus dedos. Se levanto y movió hasta el rubio y lo tiro a la cama. Abrió sus piernas y metió sus dedos entre las nalgas.
—Ahh… más lento Yuuri…lento…
—Lo siento, ¿así?— dio empujoncitos suaves hacia adentro y afuera, mientras giraba sus dedos.
—Mnnm…si… suave….Ahhh
 Las caderas de Yuuri se estremecían al ver lo excitado que estaba Wolfram. Su pene palpitaba hacia arriba, probablemente duro.
—Yuuri, listo. Vamos…
—¿Pero?
—Qué esperas, sino lo haces, yo lo haré por ti…
—¡Qué!
 Wolfram agarro de los brazos a Yuuri y cambio posiciones. Se subió sobre él y agarro el pene del chico y lo empujo hasta su ano. Este se resistió un poco, pero dejo entrar el falo.
—¡Ah!
—Duele….­— dijo Yuuri.
—Eso debería decirlo yo, tonto.

—Pero…
—Nada —se empujo completamente hasta la base y respiro hondo antes de levantarse y volver a repetir la maniobra— Yuuri, tus manos.
 Yuuri le ofreció sus manos, junto a ellos su prometido las tomo y empezó a realizar un vaivén suave, pero fuerte.
 El sudor los bañaba, el sonido de sus jadeos hacia que la habitación emanara un aire cautivador y sofocante. Aquella habitación estaba guardando el secreto de su rey y el de su prometido. Ambos se estaban entregando el uno al otro.
 Sus cuerpos se movían en un ritmo danzante y sereno. Fuerte y pasajero. Lento y profundo. Ambos sabían que pronto iba a acabar, sin siquiera decírselo al otro. Sus cuerpos se estremecían, temblaban y se retorcían.
—Wolf…Ahhh…Nm…
—Yuu…ahhh…
 Sin pensar Yuuri tomo fuertemente los brazos de Wolfram y cambio de posiciones, un tanto brusca para ambos. Sentía su cabeza arder, su corazón latir fuertemente, sus aliento perderse y su mente nublarse. ¿Eso era lo qué se sentía el tacto con otro cuerpo? ¿El de un amante?
 Aproximo su boca a la del rubio y la succiono en la suya. Lamio sus labios desesperadamente, mientras se hundía profundamente. Separa sus bocas y sacaba incompletamente su pene del ano. Y repetía.
Su cuerpo quemaba, se transformaba en una flama. Quería más rápido, más fuerte, más intoxicante….
—Yuur… ahhh…
—Wolf, qued…ahhh
—No….h….abl…es…aaahhh…
 Los movimientos acompasados los envolvían lentamente en el éxtasis y poco a poco sus cuerpos se contrajeron, esparramándose ambos; uno dentro y otro a fuera.
—Wolf, yo no quería…— explico mientras poco a poco se dejaba caer en el pecho del rubio.
—No te preocupes, está es nuestra primera vez, para la otra veremos qué pasa— le toco el cabellos. Le dio unos toques cálidos y maternales y lo abrazo lo más que pudo- ¿te arrepientes?— le pregunto aferrándolo fuertemente a su cuerpo.
—NO— beso la clavícula del rubio— para nada, yo también me siento así contigo. Te amo y eso es lo único que importa ahora. Tú y nadie más.
—Jajaja…
—¿De qué te ríes?
— Suena tan de ti— lo ayudo a colocarse a un costado, sin soltarlo— espero que mañana cuando despiertes, no te hagas el tonto o algo así.
—¿Mañana?
—Sí, ya es muy tarde para ir a cenar.
—Pero yo dije que te fui a buscar, nadie se va a creer que nunca regrese contigo o sin ti a cenar…
—Eso debiste pensarlo antes de hacerme esto y venir por mí. Si que eres un henachoko.
— ¡Wolfram, no me digas así!— hundió su cabeza en el pecho de su prometido.
—Henachoko, henachoko, henachoko….
—¡No me digas así!
—¡Yuuri —se separo y lo miro seria y directamente — Se qué no lo eres, sé qué eres valiente y fuerte. Mucho más que yo— bajo la voz y se acurruco entre la cara del pelinegro— Yuuri, tengo miedo. Mucho miedo, no sé si volveré, no sé si fue correcto ir y…
—¿De qué hablas, Wolfram?
—Yuuri, Greta morirá sino la ayudamos. Nuestra Greta dejara este mundo. Yuuri, tengo miedo, miedo. Mucho miedo. Quiero regresar junto a todos. Quiero verte, quiero dejar todo como era antes de que te marcharas… Lo siento…Yuuri….Yuuri…— beso suavemente los labios del moreno y como si fuera de una ilusión desapareció de los brazos del muchacho. Dejando sólo la sensación.

*******
—¡WOOLFRAM!—grito despertando. La habitación de Greta se presentaba a su alrededor, y junto a él la pequeña apenas respiraba. Se llevo las manos a su cara, las lágrimas caían por su rostro. Su mano sé fue a posar a su cabeza y suspiro. Otro sueño más así con Wolfram (sin mencionar todas esas escenas), pero este había sido muy diferente a los anteriores. La voz de Wolfram había sido muy triste. Estaba en peligro.
Soltó la mano de su hija y salió del cuarto. No podía seguir esperando, Wolfram estaba en peligro y debía de salvarlo. Iría a buscarlo sin importar nada, era después de todo su prometido y amigo, era alguien a quién amaba…
 Salió de la habitación de su hija. Con paso apresurado entro a su habitación, saco una mochila y metió todo lo que más pudo y creyó necesario. Avanzo hasta la cocina y saco algo de comida y por último fue donde Gisela, quién se encontraba en una habitación leyendo apenas consiente.
—Gisela, voy a buscar a Wolfram. Por favor no le digas a nadie que he partido, pronto volveré junto a Wolfram y la medicina.
—Pero…
—Nada, no podemos seguir esperando. Le hemos dado una tarea muy difícil a Wolfram, él no podrá con todo. Fue una misión demasiado peligrosa para una sola persona. Además— bajo su cabeza y se mordió el labio— puede que esté en peligro… Wolfram me necesita.
—Está bien, majestad. Vaya con cuidado.
—Gracias, Gisela— se dio me dio vuelta pero su ropa fue capturada. La mujer lo mantenía sostenido de su manga.
—Tome— le entrego un pequeño bolso— hay algo de medicina por si lo necesitan…
—Gracias— partió de la habitación.

*****
Su pueblo se veía completamente devastado por la enfermedad, aún no entendía como pudo ser posible que una epidemia así se hubiese propagado. Nunca desde los años que estuvo en Shin Makoku paso nada por el estilo, había algo raro en todo eso.
 Ao galopaba rápidamente, pronto dejaría atrás el castillo, y con ello a su hija. Mañana se cumplía el séptimo día y con ello, quizás su adorada hija moriría. Wolfram, ¿qué ocurrió?, su pensamientos viajaban a gran velocidad por el mente. Estaba preocupado y lo peor era sí le pasaba algo malo a su prometido no sabría como volver a ver a Cheri-sama, a su padrino, a Gwendal; aunque lo más probable es que estos también muriesen…
 Suspiro cansado. Llevaba unas horas a caballo y no daba  con el lugar. ¿Era esté el camino que había tomado Wolfram? ¿Estaría allí?
 El bosque se extendía a largos kilómetros, un verde musgo y vivo lo rodeaba. Nunca había pasado por allí y le daba un poco de miedo, se sentía observado. Los arboles se mecía tenebrosamente y la noche estaba aproximándose. El sol se perdía.
 Ao tembló y se movió más rápido. Anduvieron unos minutos cuando logro divisar unas montañas en lo lejano. Detrás de aquel bosque putrefacto, largo y abismante. Su caballo rechinaba temeroso, con cada paso queriendo huir. Sabía que estaba por buen camino, pero no sabía sí Ao podría pasar. Aunque el sentimiento de llegar lo más rápido posible se hacía urgente y no lo dejaba pensar con claridad.
Al entrar en el mohoso bosque su caballo se coloco en dos patas chillando, intentando retroceder. En vano luchaba contra Ao y comprendió que no podía hacer más. Su fiel compañero hasta ahí vendría con él. Le toco la cabellera y lo calmo, el animal se fue tranquilizando. Yuuri lo movió a un lugar seguro y se bajo.
—Espérame aquí, Ao. No te vayas a ningún lado. ¿Bien?— le dio unos golpecitos en el hocico y se adentro al bosque.
 Una fuerte ráfaga lo descoloco, eso no era normal. Camino más rápido hasta que sin entender porque empezó a correr. Su cabeza dolía y sus pies pesaban, pero no podía detenerse.
 El frió caló muy hondo en sus huesos, cuando llego a una larga y extensa franja de maleza con flores de un color azul. Una suave melodía surgió de algún lado, llamándolo.

 “En este mundo,
Un hada encuentra su destino;
Atados de la mano van,
Atados de almas vagan,
Entre ramas, lo prometió
<< Sería suyo >>
Y del mundo ella  lo desapareció”

Oía unas hermosas voces, livianas, seductoras y frías. Se sentía un tanto mareado, pero como pudo avanzo pisando el montón de flores.

“Y del mundo ella  lo desapareció”

La canción se adentraba en su mente, golpeando fuertemente.
—Marhan, un humano ha llegado—una voz chillona hablo.
—Marhan, un ser raro nos está amancillando.
—Marhan… ¿Puedo quedármelo?
 Yuuri se detuvo. Giro su cabeza y vio que los pétalos de las flores empezaban a elevarse en lo alto. Daban vueltas y vueltas en espiral. ¿Qué era toda aquello?
—Marhan…— las voces cantaron al unísono.
Su corazón latió temeroso, nunca en sus años en Shin Makoku había sido testigo de algo así y eso no le gustaba.
 Millones de pétalos se juntaban, un leve polvo dorado caía. La luna apareció de la nada y las estrellas brillaron más que nunca. Ya era de noche.
—¿Quién eres tú?— una voz fuerte, pero delicada le hablo. Movió su cuerpo en trescientos sesenta grados buscando el lugar en donde provenía la voz, pero no lo hayo.
—Soy Yuuri…
—¿A qué has vendido?
—Vengo a buscar a… a Wolfram, mi amigo.
—¿Wolfram?— la voz se calló unos largos minutos — Wolfram… he escuchado ese nombre… Wolfram.
—Sí, es mi amigo. Ha vendido a buscar una flor y aún no regresa, por eso he venido por él.
—Ah, ya sé a quién te refieres. A ese chico muy atractivo.
—Sí es súper guapo…
—Pero sabes, no te puedo permitir pasar. Estos territorio nos pertenecen y a los humano no se les está permitido estar aquí. Aunque por lo que veo tú no eres un humano, ¿Qué eres?
—Soy humano.
—No es verdad. Los humanos no tienen el cabello negro.
—Ah— se llevo las mano izquierda a su cabeza y se toco el cabello— soy de Shin Makoku.
—¿Shin Makoku?
—Sí. Queda a unos kilómetros de aquí.
—No eres humano, pero eres de Shin Makoku. Entonces eres un Mazoku. Wuau “hace años” que no veía a uno, y por cierto uno muy raro— se acerco saliendo del remolino de flores.
 Una hermosa mujer apareció. Su larga cabellera color plata se extendía por todo el piso, sus largos y griseaos ojos lo observaban como un ciervo en peligro, sus labios se abrían suavemente. La mujer era alta y extremadamente delgada.
 Yuuri se sobresalto al ser tocado por la mujer.
—No soy raro…
—Un Mazoku de negro cabello. Sólo una vez conocí a alguien así, pero luego supe que murió… ¿Eres él?
—No. Soy Yuuri.
—Te pareces tanto a él…
—Se equivoca ambos somos completamente diferentes.  Yo no soy a quién usted conoció…
—¿Quién yo conocí? ¿A quién conocí?
—¿No acaba de decir qué conoció a alguien con el cabello negro?
—Sí, pero nunca hable con él. Siempre lo observe desde lejos. Siempre lo veía con un hombre de rubia cabellera, así que nunca pude acercarme a él. Me hubiese gustado.
—Sabe, siento ser descortés pero debo irme. Wolfram espera por mí.
—No puedo dejarte ir. ¿No lo sabes? — Acerco sus largos ojos a los de Yuuri— debes de darme algo a cambio para dejarte pasar.
—¿Dar algo?
—Sí. Yo lo elijo y tú me lo das. Así es la única forma que puedas pasar.
—Está bien, ¿qué es lo que quiere?
—Quiero tú cabello negro.
—¿Mi cabello negro?
—Sí…
—¿Cómo se lo puedo dar?
—Ah, es verdad eso es difícil. No lo había pensado.
—Dame lo que quieras, pero que sea valioso.
—Veamos— saco su mochila y empezó a sacar todo lo que tenia dentro: ropa, comida, el bolso de Gisela, el prendedor que Wolfram le había dado (siempre lo llevaba entre sus cosas, pensaba que le daba suerte) y papeles.
—¿Qué eso?— la mujer apunto al prendedor.
—Es un prendedor. Se usa como adorno.
 —Eso quiero.
—Pero, no sé lo puedo dar. No es mío.
—Entonces no hay trato. Elije.
—Pero…
—Vamos o quieres estar aquí por siempre. Puedo estar contigo todo una eternidad y eso no me molestará. Dámelo…— extendió su mano y espero que el objeto se posara en su delgados dedos.
—Está bien— le coloco el prendedor y se alejo.
—Puedes irte, pero sólo te daré unos diez segundos para que te alejes, luego de eso mis chicas te atacaran. Hace años que no vemos un espécimen como tú.
—¿Qué? ¿Pero no le di el prendedor?
 —Sí, pero su valor no es tan grande como tu cabello. Así que corre.
 Se giro y corrió.  No había entendido lo que ocurrió hace unos segundos, pero no importaba Wolfram lo esperaba.
 Las ramas se afirmaban a su ropa, el piso se había vuelto blando y el barro se pegaba a sus pies, chupándolo. Sabía muy bien que aquello era una trampa de aquellas criaturas. Pero algo no entendía, él porque lo dejaron escapar.
 La noche había llegado más rápido de lo pensado y lo hacía preocuparse. No había dado con nadie desde hace horas, no había ningún ser vivo a su alrededor y estaba sumamente nervioso de que algo lo atacará en cualquier momento.
 Un ruido estruendoso se escucho por todo el bosque. Su corazón palpito fuertemente y él se coloco en guardia. Algo se aproximaba hacia él. Algo iba a suceder. Afirmo entre sus manos a Morgif y espero.
—Así que aquí está…— una dulce y sensual voz hablo.
—!Quién está ahí!­ —grito. Miro hacia todos lados buscándola.
—Hey, Mazoku quédate conmigo… quiero que te quedes aquí junto a mi— una rara criatura se le apareció, muy parecida a la mujer que se quedo con el prendedor.
 —¿Quién eres?
—Nada, sólo nada…
—¿Qué es lo qué quieres de mí?
—Tú sólo tú…
—No entiendo lo que intentas decir…
—No importa… Sólo quiero que tú me pertenezcas. Seré la envidia de todas esas criaturas; tendré a un Mazoku de negro cabello… Vamos sé mío… ¡Te quiero!
—Lo siento pero no entiendo lo  que intentas decir…
—Qué te quedes aquí, conmigo.
—No me puedo quedar, verás yo vine a buscar a alguien. A un chico rubio.
 —Él debe estar muerto ya — movió su mano de arriba hacia abajo y sonrió satisfecha.
 Yuuri abrió sus ojos, se coloco sumamente nervioso y pensó en las palabras femeninas. Abrió su boca y habló, luego de un rato en silencio:
—¡Él no está muerto, eso lo sé!
—Eso es lo que tú piensas, pero lo más seguro que la Hridrya ya se lo haya comido. Además la flor de la ilusión es un ser sumamente poderoso, nunca en su vida ha sido vencida. Una de las dos debió de haberse quedado con él.
—Mientes. Wolfram está vivo y eso lo sé. Ni tú ni nadie me detendrá.
—Jajá, qué chico tan interesante. Ya dije que quería que fueras mío y eso lo serás. Estás en mi territorio y por ello me pertenecesr13; se abalanzo hacia el pelinegro y de una de sus manos apareció una larga y gruesa rama r13; ¡VEN!r13; la rama se enrosco en el cuerpo de Yuuri.
 —¡Suéltame!—Morgif cayó al piso.
 —Ya te lo dije, eres MIÓ— se aferro al cuerpo del joven y acerco sus labios al cuello. Abrió su boca y de ella unos largos y verdosos dientes salieron.
—¡¿Qué me vas a hacer?!
—Te marcaré.
 Movía su cuerpo, intentando desatarse, aunque sabía que era en vano. No podía permitir perder más tiempo. “Wolfram, dame fuerzas”. Su cuerpo sintió una cálida y fuerte energía, emano desde su interior y se libero en él.
 La rama que lo retenía salió volando y la mujer cayó al piso asustada. La criatura se levanto y se tiro en cima del. Abrió su boca nuevamente e intento hincarle los dientes nuevamente. Morgif se encontraba a unos centímetros en el piso mufando. Yuuri estiraba sus dedos intentado agarrar a Morgif, aunque sabía que era casi imposible hacerlo.
—Deja de luchar. Sé obediente y sé mío.
—No— se armo con toda su fuerza y se soltó del agarre. Corrió hasta donde se encontraba Morgif y la agarro entre sus manos. Se abalanzo hacia la mujer y le incrusto el filo de la espada.
—Yo…— se apretó el estómago y poco a poco desapareció entre un montón de pétalos azules.
—¿Qué fue eso?— se dejo caer al piso un poco cansado. No había tiempo para quedarse ahí en el piso descansando, Wolfram lo esperaba.
 La oscuridad se había posicionado por completo en aquel bosque hosco y mohoso. Cada paso que daba era cómo sí estuviera haciendo una prueba de valentía. Ese bosque era tétrico y los sonidos eran aún peores.

“Quién es aquel,
Qué mira hacia aquí”

Una voz llorosa se escucho desde unos arbustos. Sabía que otra cosa más lo atacaría. ¿Wolfram habría pasado por lo mismo? De seguro que sí. Wolfram debió de luchar mucho por encontrar aquella planta, de seguro en esos instantes los tenía en su poder, pero estaba herido en algún lugar de allí.

Sus pasos lo daban a una loma empinada y rocosa. Apenas vislumbraba las siluetas de las plantas que crecían, y las orillas de los pequeños montones de roca que daban hacia abajo. No llevaba nada que lo ayudará a iluminar. Escuchaba ruidos a su espalda y cuando se devolvía hacia atrás, sólo veía un montón de sombras de arbustos secos o mohosos.
 Sus pasos marcaban un tiempo lento y de la nada algo lo jalo desde las rocas que piso. El impulso lo abatió al suelo y cayó junto a Morgif.
“Descalzo en lo verde,
Me abate dominante.”
Empuño su espada y no se dio el lujo de esperar a que lo atacarán. Levanto a Morgif y apuñalo a lo que lo había tirado al piso. Un grito de dolor agudo se dejo escuchar en aquella negrura. Sintió su pie suelto y se echo a correr. Estaba en desventaja, no veía muy bien.
 A cada paso que se adentraba más y más en las laderas de las montañas, la oscuridad se volvía un manto angosto y largo, además de sofocante y tenebroso. Aquella experiencia sólo la podía comparar cuando tuvo que dar la prueba de valentía en su escuela primaria, en una cueva completamente negra, pero está era diferente, su valor no estaba en juego sino la vida de su pueblo…
 El único ruido que se oía era las ramas quebrándose bajo sus pasos, y suaves quejidos de alguna parte del bosque. Su corazón latía rápido y se mantenía en guardia, cualquier cosa lo podía atacar. “¿Qué hora es?, ¿Cuánto más debía de caminar hasta llegar a Wolfram o a esa planta?, ¿Qué debía hacer para encontrar pronto ese lugar?” las preguntas se arremolinaban en su cabeza. Su mano se afirmaba a Morgif, quién daba quejidos guturales intentando conversar.
 Sin presentir nada, una banda de aves extrañas lo atacó desde las ramas de los árboles que lo rodeaban y empezaron a picotearlo. Se tapo con sus dos manos y corrió. Las raíces de los árboles se desprendían en la tierra húmeda e intentaban botarlo al piso. Su aliento apenas podía con él, hasta que ya no pudo más y se detuvo; los árboles habían desaparecido y sobre él se encontraba un cielo amplio y limpio, con un montón de luces diminutas brillando en lo alto.
 “¿Qué era todo eso?”. Se asusto por su propio pensamiento y sus pies sólo siguieron caminando. Algo lo arrastraba hasta algún lugar. Era una voz débil que lo llamaba.
 La larga senda que lo rodeaba y lo guiaba, estaba cubierta de un pasto reseco y amarillento, y las luces de las estrellas le iluminaban el camino; la oscuridad completa había desaparecido casi por completo. Del pasto reseco aparecían pequeños arbustos llenos de flores que nunca en su vida vio, las hojas caídas de colores extraños, con el pistilo flotando en la parte superior y los pétalos en la parte inferior. Ese mundo era completamente diferente a la Tierra.
 Sin saber cómo o cuándo sus pasos lo llevaron cerca de otra falda de una montaña, escucho un grito en lo lejano. Una voz conocida y se echo a correr en dirección del grito.
 Comenzaba a amanecer.
 Traspaso por varios arbustos, haciéndose uno que otro rasguño, cayó al piso luego de tropezar con una rama sobresaliente. Pero nada de eso evito llegar hasta aquella falda. Se quedo sorprendido; tendido en el piso no era nadie más que Wolfram. Lo podía reconocer con sólo mirarlo: sus cabellos rubios, sus manos delgadas, su apariencia…
—¡Wolfram!— Se acerco más mientras repetía su nombre. El muchacho estaba muy herido y de alguna parte de su cuerpo estaba cubierta de sangre.
 El chico en el piso levanto su rostro y hablo:
—¿Yuu…Yuuri, eres tú?— Yuuri se estremeció al verlo, ese pobre joven no era Wolfram; las heridas sobresalían en su cuerpo y apenas podía mantenerse. Y se arrepintió de no haber venido antes.
—Wolfram, yo…
—No te muevas.
—Wolfram— se aproximo un poco más.
—ALTO, TÚ NO ERES YUURI. YUURI NO PUEDE ESTAR AQUÍ, ERES LA HRIDYIA. ¿CÓMO ES QUÉ ESTÁS AQUÍ? ¿CÓMO?
—Wolfram, ¿qué pasa? Soy Yuuri.
—MENTIRA. NO ERES YUURI. YUURI NO ME MOSTRARÍA SU ROSTRO NUEVAMENTE, LUEGO QUE ME RECHAZARÁ, LUEGO QUÉ SE MARCHARÁ…
—Wolfram, soy Yuuri. Yo regrese… regrese…
—MENTIRA. Entonces respóndeme, ¿Qué fue lo que hice yo para que te fueras a la Tierra? ¿Por qué huiste?
 —Wolfram, yo… yo…
 —¡WOLFRAM! ¡SÉ QUÉ ESTÁS AQUÍ EN ALGUNA PARTE! ¡TE ENCONTRARÉ!— un grito femenino y carrasposo se escucho en la cima de la montaña.








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